El Salvador ha pasado de lo más alto de la producción mundial de café a los últimos lugares debido a factores externos como la caída de precios y a la enfermedad de la roya pero también a factores internos ya que los productores no supieron prepararse para producir profesionalmente y los gobiernos no implementaron las políticas adecuadas y oportunas.
“Nuestra caficultura data ya intensivamente de los años 1940, donde hemos tenido buen renombre a nivel internacional. Pero desde el año 2012, llega la enfermedad con mayor agresividad, que es la roya y de ser segundos, terceros, cuartos productores de café en el mundo, caemos a los últimos niveles debido a la roya”, indica Rafael Polanco, un especialista en productos para la caficultura.
Agrega que tenemos un cultivo que viene de 1940 después de gozar con 450 mil manzanas en los años 80 y ahora tenemos solamente aproximadamente 209 mil manzanas de café y una producción promedio de 3 a 4 quintales, eso implica que nuestra productividad ha caído
La baja productividad y precios bajos han impactado la economía de los productores y del país, que dependía grandemente de la producción de café, y ya no se diga la de las familias que viven en las zonas cafeteras de acuerdo a datos del Programa Mundial de Alimentos.
Sin embargo, Polanco señala que los caficultores pueden aprovechar los precios que después de estar en 105 106 dólares en promedio, hoy andamos rondan los 195 a 200 dólares
Ahora que la caficultura en el país ha tocado fondo, nuevos productores como Jaime Lorenzo Ortíz ven una ruta para salir del abismo y recuperar la producción cafetalera con un nuevo enfoque, aprovechando las oportunidades que genera un nuevo entorno internacional y nuevas oportunidades de mercadeo.
“Después de ser el primer lugar en Centroamérica y fuimos el tercer lugar en el mundo en producción por área de café, hoy creo que no estamos ni en los primeros 10. Es más somos prácticamente de los últimos”, señala Jaime Lorenzo Ortíz, un joven caficultor que implementa nuevas estrategias para rescatar el negocio familiar que heredó de su padre.
De acuerdo a Jaime Ortíz en El Salvador los caficultores de dedicaron a producir café, basando su rentabilidad en una ecuación simple: el café valía, sus costos eran bajos, su producción era buena y sus precios eran altos.
En la época de oro de la caficultura salvadoreña se construyeron edificios emblemáticos el país como el Teatro y Catedral de Santa Ana; en San Salvador el Palacio Nacional y el Teatro Nacional. Los ingresos del café permitieron la construcción de centros históricos como e de San Salvador y Santa Ana.
Otra época de Oro, señala Ortíz fue la década de los 70s, cuando el caficultor se conocía porque tenía carro último modelo, podía cambiar su carro todos los años si quería; vivía muy bien y aunque fuera pequeño productor, la producción de café le representaban muy buenas ganancias y el área de occidente, tenía su economía basada en el café.
El productor promedio, que era la mayoría, solo cultivaba sus tierras, producía café, lo entregaba al beneficio que se encargaba de venderlo al extranjero. Al productor se le pagaba en base al precio de bolsa, solo unos pocos caficultores que, al finalizar su cosecha, guardaban de 5 a 10 sacos para tostarlos y molerlos en el año, sabían que calidad de café tenían.
El negocio era bueno para el beneficiador que tenía un departamento de catación y al recibir el café de estricta altura, por el cual pagaban unos 5 colones arriba del precio, lo clasificaban y lo vendían mucho más caro porque en el extranjero pagaban la calidad.
El negocio comienza a cambiar con las crisis
“La primera crisis que yo recuerdo, yo tengo 36 años, y la primer crisis cuando yo ya estaba medio metidito en el negocio, (…) fue por el año 91 o del 91 al 93, mas o menos, los precios eran bajos y prácticamente no había rentabilidad”.
Agrega que en ese entonces la crisis no se agudizaba porque la gente siempre trabajaba su finca, siempre café había y la alta producción siempre daba rentabilidad. “Por lo menos el productor sacaba la nariz, pagaba sus “chíos” y asunto arreglado y el otro año a hacer lo mismo a pedir crédito”.
Hasta entonces, el productor tenía una peculiar manera de trabajar: para crédito de avío le daban en ese tiempo 500 colones, de los cuales 300 colones eran para insumos y labores agrícolas y los otros 200 colones para la recolección del café, pero la mayoría de caficultores destinaba la mitad para consumo, incluso algunos gastaban más de esa cantidad, pero siempre habían tenido rentabilidad porque estaban vendiendo a mil 500 colones el quintal.
En muchos casos los productores grandes iban a las distribuidoras de vehículos a cambiar sus vehículos, adquiriendo Land Cruiser o un pickup Hillux del siguiente año, lo financiaban con el dinero que les adelantaban los beneficiadores.
De 1994 a 1997 fueron cuatro años de buenos precios en los que los productores no ahorraron, simplemente derrocharon los ingresos, señala el joven productor. “No se por qué el caficultor no guardó, no tuvo cabeza, simple y sencillamente pensaron que los precios iban a estar así toda la vida. Solo los pensantes o los buenos administradores fueron renovando sus fincas”, añade este cafetalero.
El caficultor a nivel nacional solo pensaba en producir, en entregar y en vender, nada más y entonces se vino la crisis: de 1997 al 2003 fueron siete años de malos precios y entonces los bancos ya no le prestaban las mismas cantidades a los caficultores
Muchos productores comenzaron a vender sus fincas y en esos siete años no se renovaron cafetales, si no se hizo en tiempos de abundancia, mucho menos en esta situación.
“En una década, varios se olvidaron de resembrar sus fincas, no que solo de ordeñar, claro trabajaban pero un árbol no es eterno”, señala Ortíz. Actualmente hay estudios que establecen dentro de un máximo de 20 años se deben renovar los cafetales y aquí en el país hay cafetales de 70 años, agrega.
Ante la crisis del café, en el 2001 se creó el Fideicomiso para el Café, el FICAFÉ, el gobierno les dio $25 por quintal para que pudieran pagar sus deudas y hacerle un financiamiento para 20 años. Sin embargo los productores señalan que lo que ocurrió es que simplemente ese dinero no lo vio el caficultor, porque automáticamente fue a parar al beneficiador.
En el año del 2004, el café llegó a valer en un mes menos de 100 colones y sus costos de producción eran de 300 colones a 400 colones.
Desde el 2004 al 2006 se mantuvo en 120 a 135 dólares el precio en la bolsa y al productor se le pagaba aquí como a 70 dólares el quintal. En el período de 2007al 2011 se llegó a tener precios hasta de $300. “Entonces ya hubo otra época muy buena, pero desgraciadamente nuestros cafetales siempre eran viejos y el productor igual no guardaba”.
“El problema ha sido de que se dedicaban siempre a lo mismo: solo a producir, entregar y vender, producir entregar y vender”. Se agregan otros problemas como el robo de café en las fincas, la mano de obra que ya no le trabajaba igual que antes, el robo de fertilizantes en las mismas fincas.
“Lastimosamente los años buenísimos de precios solo fueron dos, pero las cosechas nunca fueron buenas, porque las fincas no estaban produciendo lo que producían 10 a 15 años atrás”, apunta Ortíz.
En la cosecha del 2001, en el mes de octubre cuando los cafetales de bajío y media están ya maduros se viene la tormenta 12 E y botó todo el café. “Pero bendito sea Dios, usted perdió el 50% de su cosecha, pero el otro 50% usted la vendió a 280 o 300 dólares y de ahí pagó al beneficio y todavía le quedó plata. Al siguiente año se caen los precios y se viene el ataque de roya, ¡el acabose!
Se acabaron los cafetales porque simple y sencillamente estamos hablando de cafetales en la mayoría de fincas entre 60, 70 y 80 años y todavía hay gentes que tenía árboles hasta de 100 años, afirma el productor.
Se vino el ataque de roya y se acabaron los cafetales por viejos. Quedaron los nuevos, los que la gente había sembrado. Al país le cayó ataque de roya, inmediatamente en algunas zonas dejó solo el 20% o el 30% de cosecha y en algunas otras solo quitó el 15 al 20%; pero al siguiente año no había cafetales en las zonas donde pegó más fuerte, eran zonas áridas donde solo se veían chiriviscos
Una nueva cultura de producción cafetera
En Costa Rica desde hace como 20 o 25 años, también les dio fuerte también la roya, pero cambiaron su método de producción y ellos ahora tienen la costumbre de que cada 20 años renuevan el cafetal por completo.
Brasil es el mayor productor de café en el mundo, produce entre 50 y 65 millones de sacos todos los años más o menos. Ellos dominan el mercado, si Brasil tiene mala cosecha, automáticamente el precio sube porque la oferta no va a ser suficiente y la demanda va a ser exagerada. También han sufrido el impacto de la roya, pero han adoptado una nueva cultura en la producción del café, renovando el parque cafetero y tomando medidas de prevención.
“Hay que saber vivir con lo malo”, aconseja Ortíz. El futuro es que el productor de café, dependiendo la zona en la que tiene su cultivo, se adapte a estas condiciones y trabajen bajo un nuevo enfoque.
Las zonas de bajío y algunas de media altura se pueden salvar, cambiando variedades susceptibles a roya por variedades resistentes. Es necesario cambiar las variedades de café porque, quiérase o no, las plantas de variedades como el borbón, pacas, pacamara, arábigo, maragogipe, etcétera, que por años se han cultivado en el país en esas zonas, hoy ya no se puede porque son susceptibles a la roya.
Los productores de las zonas de bajío no pueden competir con fincas de estricta altura en cuanto a calidad de café, pero pueden competir a nivel de producción por manzana. Cambiando la calidad por cantidad, es la única forma de sobrevivir de los productores de café que tengan en zonas de bajío, sembrando variedades resistentes como el catimor, el sarchimor o cuzcatleco y el Lempira.
En cuanto a los cafetales de estricta altura, todavía pueden tener variedades susceptibles a roya, media vez se les de un buen manejo al cafetal. Prevenir la roya, anticiparse a los ataques severos con aplicaciones de fungicidas, con buen manejo de sombra, buen manejo de cafetal. No hay nada mejor que prevenir los riesgos.
El productor de café en estricta altura debe catar su café, probarlo, ver que café es el que está produciendo. Verá que tiene una amplitud de mercado, al seguir produciendo buen café y las puertas de un nuevo mercado están en que como caficultor conozca su producto.
En El Salvador, el certamen de cafés especiales la Taza de la Excelencia representa una apertura para mercados internacionales. Hay tostadores específicos en el mundo que compran micro lotes o lotes porque ellos quieren esa calidad de café para sus coffee shops y le pagan lo que sea, dependiendo de la calidad que el productor tenga.
Al estar rankeado entre los primeros 30 por ejemplo ya tiene una oportunidad de mercado y puede tener su comprador directo. Es una relación ganar-ganar, porque si produce buen café se lo van a pagar bien y aunque los costos sean altos, siempre se tiene rentabilidad.
Al tener un buen café se puede destinar un porcentaje de un 10 o un 20% de la cosecha, comenzando a probar, sin arriesgar, a comercializarlo, vendiéndolo tostado, molido en el mercado nacional. La calidad y su precio van a depender de la estrategia que cada quien ocupe.
Otra estrategia es al clasificar su café como gourmet y trabajar una estrategia para venderlo a nivel internacional, aprovechando herramientas como la internet y las redes sociales.
Los que tienen condiciones puede participar hasta en ferias de café en el extranjero. Por ejemplo en Rimini, aparte del campeonato mundial de barismo, realizado el pasado mes de junio, también había feria de cafés especiales. Al mandar una muestra al Consejo Salvadoreño del Café, ellos le mandan la muestra, dependiendo de los resultados de la catación, a una feria y si se tiene condiciones para viajar también se le puede dar seguimiento.
“Esto es el futuro para los productores que se interesan en calidad de café y que bendito sea Dios sus zonas donde tienen su caficultura son aptas para entrar a competir en estos mercados”, dice Jaime Ortíz.
Agrega que dependiendo el área específica donde se tenga la finca, se tiene que evaluar la estrategia que conviene más, si producir cantidades de café que vengan de una variedad resistente a la roya y que la cantidad le genere, a pesar de bajos precios, una rentabilidad; o producir café de alta calidad para vender a mercados que paguen mejores precios, pues la calidad abre más puertas.
“También el no producir calidad de café no implica que usted no pueda comercializar su café de forma directa: lo puede vender tostado y molido o pone una cafetería, un coffee shop, un cafetín, una panadería, pastelería o un restaurante. Es lo que llamo una reingeniería del negocio”, nos dice Jaime Ortíz.
Agrega que se debe avanzar creando la marca de país para el café, donde el gobierno puede ayudar a los caficultores como ha hecho Colombia, donde también un buen mercadeo de su café a nivel internacional.
“Nuestro café es similar o hasta mejor que el de Colombia, hay compradores internacionales que vienen a El Salvador, específicamente a algunas fincas, a comprar ese café porque hay mucha calidad. El Salvador tiene que comenzar a impulsar más el café nacional, trabajar un posicionamiento de marca e invertir en mercadeo”, resalta Ortíz.