Cualquier visión de desarrollo agrícola debe tomar en cuenta que el mundo debe cerrar una brecha de 70% entre los alimentos que una población mundial de 9,6 mil millones necesitará en 2050 y la comida disponible en la actualidad, como lo señala un informe de Naciones Unidas publicado el pasado 3 de diciembre.
Una mayor producción de alimentos debe hacerse de manera sostenible, que cree oportunidades para la población rural pobre, limite la tala de bosques y reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero, como lo indica ese informe .
El mundo enfrenta el dilema de producir más alimentos para una población creciente en un área que en lugar de crecer disminuye y hacerlo de manera de garantizar que no se agotarán los recursos naturales para las futuras generaciones, lo que se conoce como sostenibilidad.
CropLife Latin América, organismo que aglutina las principales empresas de investigación y desarrollo de productos fitosanitarios en la región plantea que América Latina es una región con las características indicadas para alimentar al mundo.
La tarea de producir alimentos para alimentar al mundo es vista desde perspectivas distintas y contrapuestas y en este debate se genera una contraposición excluyente sin dejar espacio a matices o posibles puentes para la complementariedad.
La Evaluación Internacional del papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD por sus siglas en inglés) indica que el sector agropecuario en América Latina y El Caribe está compuesto por distintos sistemas de producción (tradicional/indígena, convencional/productivista y agroecológico), que difieren ampliamente entre sí dependiendo, entre otras cosas, del capital de trabajo, la fuente de ingreso, la utilización de mano de obra, el destino de la producción y muy especialmente de sus características socioculturales.
“El sistema tradicional/indígena es un sistema de agricultura familiar primordialmente de autoconsumo, bajo el cual se pueden diferenciar los sistemas étnicos constituidos por comunidades indígenas y afrodescendientes ligadas al territorio y los sistemas campesinos”, señala dicho documento.
Además indica que este sistema está basado en el conocimiento local/ancestral y está poco articulado con el mercado de insumos y productos, aunque muchos campesinos hoy día comercializa parte de su producción. También se caracteriza, en general, por una alta biodiversidad y por el uso escaso o nulo de insumos externos y por la utilización de mano de obra familiar.
La cosmovisión de las comunidades indígenas asume una relación con los recursos naturales que va más allá de una actividad económica-extractiva: implica una visón ecológico-cultural-espiritual ligada al territorio.
En los últimos años ha ido cobrando fuerza un sistema que integra elementos del sistema indígena en interacción con el conocimiento científico del mundo occidental. El sistema agroecológico busca reducir los impactos negativos de los sistemas convencionales mediante la diversificación productiva y el uso de tecnologías ecológicas.
“Este sistema se caracteriza por la búsqueda de la sostenibilidad en términos sociales, económicos, culturales y ambientales, una escasa articulación en cadenas productivas y una fuerte vinculación con el mercado de productos diferenciados, especialmente aquellos que demandan productos orgánicos”, platea IAASTD.
Por otra parte, el sistema convencional/productivista, también llamado “sistema industrial se caracteriza por tener un alto grado de mecanización, monocultivos y uso de insumos externos, como fertilizantes sintéticos y plaguicidas, así como mano de obra contratada. Basado en conocimientos tecnológicos, está fuertemente articulado al mercado e integrado a cadenas productivas.
Este sistema ha sido apoyado por los modelos de desarrollo y se ha beneficiado de sistemas de apoyo como crédito y capital tecnológico.
La industria de la ciencia de los plantas está siempre desarrollando nuevas tecnologías agrícolas y herramientas, las cuales incrementan la producción de los cultivos en menos tierra en una forma más sustentable.
CropLife señala que la Biotecnología ha ayudado el crecimiento de mas alimentos por acre, incluyendo un incremento de 97.5 millones de toneladas de soya, 159.4 millones de toneladas de maíz y 6.1 millones de toneladas de canola alrededor del mundo desde 1996 a 2010.
Los productos para la protección de cultivos tienen también una significativa contribución al incremento global de la producción de alimentos y ha mantenido los campos de cultives en climas adversos.
Los insectos tienen un potencial de destrucción del 50 por ciento de los cultivos de trigo del mundo , pero las prácticas de protección de cultivos previenen cerca de la mitas de esas perdidas de cultivo. Sin fungicidas, se estima que los campos de la mayoría de frutas y vegetales caerían entre un 50 a un 95 por ciento. Haciendo agricultura más productiva, las tecnologías de la ciencia de las plantas permite a los agricultores incrementar la cantidad y calidad de sus cultivos, lo cual impulsa la seguridad alimentaria y nutrición.
A esto se suma que nivel mundial, la población urbana está pasando de representar un tercio de la población global en 1975, a representar dos tercios de esa misma población en el año 2020, según estudios como el de Chaparro, 2010. Esto está cambiando la estructura de la demanda por alimentos hacia el consumo de alimentos procesados y con algún tipo de valor agregado, lo cual también incide en una mayor demanda de mano de obra no agrícola.